lunes, 5 de abril de 2010

Historia del Anillo.

A todos nos dan un anillo alguna vez. Es quizás uno de los signos de fidelidad más antiguos. En casi todas las tumbas de la antigüedad precristiana se han encontrado anillos. ¿Acaso tu universidad o colegio te ha entregado un anillo al final de tus estudios o carrera? Seas hombre o mujer, estás llamado o llamada a participar en los esfuerzos de los que te entregaron el anillo. Usándolo estás afirmando ante la sociedad que tú también crees y luchas por los mismos ideales que la institución cuya divisa el anillo muestra. Al entregarte el anillo te están diciendo: -- Creemos en tu capacidad de llevar adelante nuestros esfuerzos e ideales, no nos defraudes y no te avergüences de llevar orgullosamente el anillo ante todos.-- Pero también te están diciendo: -- Te hemos entregado un anillo, no te instales en nuestros esfuerzos y sudores, ahora te toca a ti, ¡lucha, para que llegues más lejos que nosotros! No te petrifiques en nuestras convicciones, profundízalas y atrévete a sacar consecuencias que las realicen con la fuerza y la verdad que nosotros no tuvimos.--
Por fuera todos los anillos son distintos. Por dentro, todos se parecen. Los anillos son signos de compromiso. Son de metal, pero están hechos con sudores y lágrimas. No hablan, pero lo dicen todo. No tienen nada en el centro, pero están llenos del espíritu de la institución que los otorga y del aliento de sus fundadores. Nos pasamos años de nuestras vidas quejándonos de cuanto trabajo nos cuestan los anillos. Y luego, nos pasamos el resto de la vida quejándonos de cuánto nos cuesta llevar los anillos con verdad.
Todo el metal de todos los anillos, no tiene la fuerza ni la pasión de una decisión humana. Todos los anillos no valen un sí, y el sí más sencillo vale el mejor de los anillos. El anillo es duro, pero tú estás llamado a una firmeza mayor. Es de oro, pero tú vales más. Lo más significativo del anillo no es su brillo, sino su capacidad de significar al Señor Dios, de lealtad eterna sin principio ni fin. La circularidad perfecta del anillo nos habla de una, relación total sin grietas ni rupturas. Afuera el anillo puede decir muchas cosas. Adentro dice siempre lo mismo: tú, la otra o el otro, y si te fijas bien, también dice: el Otro, es decir, el Señor

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